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Hablar de las enzimas es fascinante ya que no
hay actividad biológica en la que no estén involucradas. Entre más las
estudiamos, más nos damos cuenta del gran desconocimiento que todavía tenemos de
ellas, a pesar de que ya han sido identificadas más de tres mil.
La terapia enzimática sistémica forma parte, desde hace más de veinticinco años
aproximadamente, de la medicina biológica, conocida ampliamente en Europa,
particularmente en Alemania. Pero, el tiempo y las intensas investigaciones han
demostrado que el campo terapéutico de las enzimas es muy amplio. Además, se ha
corroborado científicamente la sinergia de ellas usadas como fórmula
terapéutica.
He tenido la fortuna de ser uno de los muchos investigadores de todo el mundo
que han estudiado clínicamente a las enzimas. Son muchas las especialidades
médicas en las que tiene cabida su apropiada aplicación. En el Programa de
Estudios de Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara, estudiamos
hace años los efectos de las enzimas, principalmente en el tratamiento del
cáncer y en algunas enfermedades autoinmunes, como son la artritis y el lupus
eritematoso.
Desde el descubrimiento de la más adecuada combinación de enzimas, más de
treinta millones de personas han sido tratadas con enzimas proteolíticas
naturales sin mostrar efectos colaterales indeseables. Creo que, conforme pase
el tiempo, se difundirá más este conocimiento y como consecuencia de ello, será
mayor el número de pacientes beneficiados con el efecto curativo de las enzimas.
Algunos de los resultados de nuestras investigaciones médicas han sido
presentados en diferentes foros internacionales, en los que he tenido el
privilegio de participar; entre ellos el 18 Congreso Mundial de Medicinas
Alternativas, que se llevó a cabo en Cuba; el Primer Congreso Internacional de
la Terapia Enzimática Sistémica, en la Universidad de Klagenfurt, Austria, el 20
Congreso Mundial de Acupuntura y Medicinas Complementarias, realizado en Perth,
Australia y muchos otros más.
Las enzimas son necesarias para cualquier actividad biológica. Las necesitamos
para regular la coagulación de la sangre, para regular la respuesta del sistema
inmunológico, para hacer la digestión, en fin, las necesitamos hasta para
pensar.
Desde hace muchos años nuestros ancestros notaron la existencia de las enzimas.
Aunque los efectos de las enzimas los impresionaron tanto que a algunas bebidas
les llamaron “elíxires”.
Ellos notaron que la leche se convierte en queso, el jugo de la cebada en
cerveza, el jugo de uva en vino o la masa en pan. Era algo maravilloso, una
fuerza desconocida transformadora.
Las enzimas son polímeros biológicos que catalizan múltiples procesos dinámicos,
los cuales hacen posi¬ble la vida tal como la conocemos. Como determinantes de
la rapidez a la cual tienen lugar los eventos fisiológicos, las enzimas tienen
participación trascendental en la salud y la enfermedad. Gracias a sus acciones
escrupulosamente coordinadas, se consigue la degradación de los alimentos para
suministrar energía y bloques estructurales, el ensamble de estos bloques en
proteínas, membranas y DNA codificante de la información genética, así como el
dirigir la energía para produ¬cir el movimiento celular. Mientras que en la
salud todos los procesos fisiológicos suceden de manera ordenada y regulada, y
se conserva la homeostasis, en los estados patológicos ésta puede sufrir
importantes trastornos. Por ejemplo, la lesión tisular grave, característica de
la cirrosis hepática, puede estropear intensamente la capacidad de las células
para crear las enzimas catalizadoras de procesos metabólicos tan importantes
como la síntesis de la urea. La incapa¬cidad resultante para convertir el
amoniaco tóxico en urea no tóxica, es seguida por la intoxicación amoniacal y
por último, por coma hepático. Diversas enferme¬dades genéticas, poco frecuentes
pero a menudo debi¬litantes y mortales, suministran impresionantes ejem¬plos
adicionales sobre las consecuencias fisiológicas drásticas que pueden seguir al
deterioro de la activi¬dad, incluso de una sola enzima.
Puedo decir que después de una lesión tisular grave (por ej., en el caso de
infartos cardiaco o pulmonar, aplastamiento de una extremidad) o del crecimiento
celular incontrolado (como carcinoma prostático), se liberan a la sangre las
enzimas propias de los tejidos específicos dañados. Por lo tanto, la medición de
dichas enzimas intracelulares en el suero sanguíneo nos propor¬ciona a los
médicos información diagnóstica y pronóstica muy útil.
Muchas enzimas catalizadoras de la transferencia de grupos y de otras reacciones
requieren además del respectivo sustrato, una segunda molécula orgánica conocida
como una coenzima sin la cual permanecen inactivas. Estas coenzimas muchas veces
son vitaminas, minerales u oligoelementos.
Estas coenzimas, de hecho, son algo muy diferente a las enzimas en sí. Las
enzimas consisten en albúmina y las coenzimas, no sólo de albúmina. Las enzimas
son moléculas bastante grandes, mientras que las coenzimas son bastante
pequeñas. Las enzimas no se consumen en el verdadero sentido durante su
actividad, mientras que las coenzimas se consumen en ella y deben regenerarse o
renovarse constantemente.
Los factores principales que afectan la velocidad de las reacciones catalizadas
por enzimas (concentraciones de la enzima y del sustrato, temperatura, pH y la
pre¬sencia de inhibidores) resultan de interés clínico. El principio biológico
cardinal de la homeostasis esta¬blece que la buena salud requiere de la
conservación del medio interno corporal dentro de límites relativa¬mente
estrechos. Así, la buena salud necesita de cientos de reacciones catalizadas por
enzimas y que éstas se desarrollen a las velocidades apropiadas. La insufi-ciencia
para alcanzar estos objetivos turba el equilibrio homeostático de los tejidos,
con profundas consecuen¬cias potenciales. Por tanto, un medico debe conocer la
manera en que el pH, las concentraciones de la enzi¬ma y del sustrato, y los
inhibidores, influyen en la velocidad de las reacciones catalizadas por enzimas.
Algunas enzimas viven únicamente 20 minutos y deben ser renovadas por enzimas
del mismo tipo recién producidas. Otras permanecen activas durante muchas
semanas antes de ser eliminadas por razones de desgaste.
Para realizar ciertas funciones de gran importancia dentro de nuestro cuerpo y
mantener así al organismo en un equilibrio constante entre el exceso y la
deficiencia, las enzimas trabajan muchas veces en fases continuas, es decir, en
las llamadas cascadas enzimáticas.
Una enzima activa a la siguiente enzima. Esta, a su vez, activa otra enzima,
hasta que finalmente una última enzima dispara el efecto requerido. Esto pasa,
en primer lugar debido a un sentido ahorrativo, ya que estos pequeños pasos
individuales requieren mucho menos energía que los pasos más grandes y
complicados, y por otra parte, por razones de seguridad. Con respecto a las
cascadas enzimáticas, puedo decir que sucede en el caso de la coagulación o
licuefacción de la sangre, en el estrechamiento o ensanchamiento de los vasos
sanguíneos, en la alarma y activación de las defensas del cuerpo.
La farmacología ha aprovechado el conocimiento del mecanismo de acción de las
enzimas. Por lo cual, muchos medicamentos funcionan a través de inhibir la
actividad enzimática. Por ejemplo, las hipercolesterole¬mias familiares, se
tratan con agentes corno la lovas¬tatina, que frenan la síntesis del colesterol
al inhibir una enzima llamada 3-hidroxi-3-metilglutaril coenzima A reduc¬tasa.
De la misma manera, varios de los antibióticos utilizados en la actualidad para
las infecciones bacterianas, actúan por medio de la inhibición específica de
ciertas enzimas fundamentales para el crecimien¬to y la replicación de estos
microorganismos patógenos. Por ejemplo, la penicilina inhibe la enzima que se
requiere para la síntesis de la pared celular bacteriana. Sabemos que con cierta
frecuencia se necesita del procesamiento enzimático para convertir un
medicamento en su variante fisiológicamente activa, es decir en una substancia
que ya tiene efectos farmacológicos. La inducción de tales enzimas, por un
fármaco, puede tener efectos notables sobre el procesamiento o la degradación de
otro, y esto consti¬tuye una razón importante para que se presenten las
interacciones farmaco¬lógicas
Presentando otra definición, podemos decir que una enzima es cualquiera de las
numerosas sustancias orgánicas especializadas compuestas por polímeros de
aminoácidos que actúan como catalizadores en el metabolismo de los seres vivos.
Eso significa que son biocatalizadores. Con su acción, regulan la velocidad de
muchas reacciones químicas implicadas en este proceso. El nombre de enzima, que
fue propuesto en 1867 por el fisiólogo alemán Wilhelm Kühne (1837-1900), deriva
de la frase griega en zymē, que significa 'en fermento'.
En la actualidad, sabemos que cada tipo de enzima cataliza un tipo específico de
reacción química. Por ello, se necesitan miles de tipos de enzimas diferentes en
el metabolismo de cualquier clase de células. La mayor parte de las enzimas
catalizan la transferencia de electrones, átomos o grupos funcionales.
No olvidemos que las enzimas son muy eficaces. Por ejemplo, unos 30 gramos de
pepsina cristalina pura tienen la capacidad de digerir casi dos toneladas
métricas de clara de huevo en pocas horas.
La suposición de que las enzimas pueden emplearse contra el cáncer no era nada
nuevo. Los mayas y otros pueblos antiguos ya lo habían hecho inconscientemente
al aplicar hojas y jugo de papaya en tumores malignos. La papaína es una enzima
muy activa para disolver albúmina.
Hace aproximadamente 100 años que el embriólogo John Beard sacrificó borregos,
cerdos y terneros. Y les qui¬tó a los animales jóvenes los páncreas, los
trituró, le puso agua a la masa, filtró el líquido acuoso y fue con esto a
tratar de ayudar a sus pacien¬tes cancerosos. Les inyectaba este concentrado
enzimático a estos pacientes.
Trató a un total de 170 pacientes con este método. En 1907 es¬cribió un libro
describiendo sus experiencias con estos pacientes: El tratamiento enzimático del
cáncer y su base científica. En este li¬bro mostró la forma en que podía
ayudarles a más de la mitad de los pacientes que sufrían de cáncer avanzado,
empleando el jugo pancreático de borregos, cerdos y terneros recién nacidos: los
re¬sultados mostraban cómo según los resultados observados el cán¬cer
considerado incurable desaparecía totalmente en algunos casos, cómo mejoraba el
paciente y cómo se prolongaba su vida.
Una cosa muy importante que sabemos es que la capa de fibrina de la célula
cancerosa es aproximada¬mente 15 veces más gruesa que la capa de fibrina de una
célula normal. Esta capa esconde los signos delatores en la membrana que la
caracterizan como enemigo, sus antígenos, bajo la capa de pegamento.
Las células cancerosas pegajosas circulan, sin ser atacadas, por los vasos
sanguíneos o linfáticos y debido a su adhesividad, se quedan pegadas en un
pequeño doblez o protuberancia en alguna pared vascular, se cubren de más
fibrina y proliferan bajo esta capa, hasta que en el escondite surgen millones
de células cance¬rosas, las que forman un tumor tan extenso que rompe la pared
vascular, penetrando al tejido.
En varios estudios se demostró que las mez¬clas enzimáticas producen una clara
liberación del TNF (factor de necrosis tumoral). Las mezclas enzimáticas
comprobaron ser estimulantes del TNF igual de potentes que las sustancias
bacterianas. Desde entonces, se investigando con grandes ánimos para corroborar
exactamente en qué enfermedades malignas tiene efectos terapéuticos la
estimulación del TNF. El efecto no siempre es igual, ya que presenta diferencias
en algunas formas cancerosas en animales y personas. Así mismo, de acuerdo con
el tipo de cáncer, el estimulo al TNF requiere una dosificación especial de
enzimas. En el caso de algu¬nos tipos de cáncer, por ejemplo, al administrar una
dosis relativamente reducida de la mezcla de enzimas, se observa una remisión
total —una ne¬crosis del cáncer—, mientras que en el caso de otros, se requiere
un tratamiento enzimático con dosis mucho más elevadas y por un lapso de tiempo
mucho más prolongado.
El uso de las enzimas contra el cáncer tiene un efecto sobre el surgimiento y
también sobre el desarrollo del cáncer. Eso significa que las enzimas actuarán
sobre el sistema inmunológico y la malignidad del tumor.
Por un lado, las enzimas diluyen los inmunocomplejos. Esto hará que se activen
los macrófagos y células asesinas (las defensas) de nuestro organismo, aumentan
la fagocitosis (o sea que eliminan a los factores bloqueadores). Y por otro
lado, cuando las enzimas destruyen la gruesa y anormal capa de fibrina e inhiben
las moléculas de adhesión de las células del cáncer, disminuyen enormemente el
riesgo de sufrir de metástasis. También las enzimas naturales incrementan la
inmunogenicidad, o sea la capacidad de nuestro sistema inmunológico de reconocer
a las células cancerosas.
La mayor parte de los pacientes que sufren de cáncer no fallecen a causa del
tumor primario, sino porque le aparecen metástasis. Ahora bien, estas metástasis
pueden surgir cuando se desprenden células cancerosas del tumor original, pasan
a la circulación, ya sea a través de la sangre o la linfa y entonces se pueden
adherir en algún y desarrollar un nuevo tumor secundario conocido como
metástasis.
Otro efecto importante que tienen las enzimas, es que disminuyen los efectos
adversos secundarios, tanto de la quimioterapia como de la radioterapia. La
quimioterapia es más tolerada. Lo mismo sucede con respecto a la radioterapia.
Hemos visto que en muchos casos, mejora el estado de ánimo del paciente, así
mismo recupera el apetito, recupera algo o todo el peso perdido, siente mayor
vitalidad y se siente físicamente mejor.
Desafortunadamente una persona que haya sufrido de cáncer no debe bajar la
guardia, ya que existe la posibilidad de crezca otro tumor con el paso del
tiempo.
Esta es la razón por la que es una buena idea continuar tomando las enzimas
aunque las personas hayan sido declaradas como sanas. A esto se le conoce como
prevención secundaria. La dosis se puede ajustar según cada caso.
Obviamente estas personas, además de tomar sus enzimas naturales orales, deben
de seguir una alimentación saludable que incluya frutas y verduras frescas
orgánicas. Se puede adicionar el consumo de otros complementos como selenio,
vitamina C, ácido alfalipóico, IP-6, I-3-C, para disminuir lo más posible el
riesgo de sufrir de una recidiva de cáncer.
Para más información y pedidos comunicarse con Lucila Annabelle Solorzano Arreola